Cuadernos Amarillos

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Location: San Cristóbal, Táchira, Venezuela

Arquitecto de oficio (entre otros) y librepensador por convicción. Huyendo del conflicto innecesario y de la pugnacidad fútil. Cultivando pequeños gozos cotidianos. Satisfecho pero no conforme.

Sunday, July 30, 2006

Mi ciudad se convirtió en suburbio sin identidad

Hay poblaciones que se conurban, que pasan a formar parte de una metrópoli. En ese caso, es muy difícil que conserven su carácter urbano, pasan a ser suburbios o barrios de la megalópolis o de la ciudad mayor que las devora. Los ejemplos sobran: Petare en Caracas, La Parroquia en Mérida, Santa Rosa en Barquisimeto. La población conurbada se entreteje en la trama urbana de la otra, su idiosincrasia particular se disuelve.

Lo grave del asunto es cuando una ciudad pasa por todo este proceso de manera espontánea, sin tan siquiere haberse conurbado. Tal es el caso de mi ciudad, San Cristóbal. El término "ciudad", que se ostentaba con orgullo en los ochentas ha dejado de serle propicio. Tras el esplendor de aquella época llena de promesas, en donde San Crsitóbal se constituía en "bisagra del pacto andino", "emporio del intercambio colombo-venezolano" y otras frases rimbombantes, hoy la cada vez mas creciente y caótica agrupación de viviendas, comercio y servicios ha perdido su "espíritu del lugar".

Yo recuerdo con nostalgia aquella época en que los visitantes de otras ciudades se impresionaban de la intensa vida nocturna de mi ciudad, de sus licorerías 24 horas, del espíritu rumbero y festivo permanente, de la elevada cotización de los egresados de sus universidades, de la actividad del sector construcción. Cantante o grupo musical que se respetase tenía que incluir a San Cristóbal en su gira de conciertos por Venezuela. Así pues, visitaron la ciudad Soda Stereo, Mecano, Charly García, Miguel Mateos, Emmanuel, Juan Luis Guerra, Luis Miguel, Wilfrido Vargas, Yordano, Ilan, Franco de Vita, Frank Quintero, Karina, Montaner, Colina, Melissa y un larguísimo etcétera.

Una sucesión de pésimas gestiones en el gobierno regional, la decadencia operativa de la Comunidad Andina de Naciones, el centralismo acérrimo del régimen actual en venezuela y la desidia de los sancristobalenses deja como herencia un conglomerado urbano triste, aburrido, carente de prosperidad e iniciativas, que de ningún modo puede ser llamado ciudad. El trabajo escasea y está subpagado. El buhonerismo se ha multiplicado, con su legado de hediondez, inmundicia y deterioro. Se ha prohibido una de las tradiciones mas caras al habitante: departir y tomarse unos tragos en el estacionamiento de la plaza de toros. Los únicos conciertos que ahora se presentan son de grupos vallenateros de ínfima categoría. La vida cultural desapareció por completo, con excepción de algunos escasos exponentes y unos intensitos lamebotas del régimen que dan una pésima imagen de la ciudad.

Y ya ni siquiera tienen el fútbol, ya que el estadio Pueblo Nuevo se encuentra desde hace mas de un año inhabilitado por unas reparaciones que iban a durar 3 meses. San Cristóbal, como ciudad, ha muerto.

¿Renacerá?

Si quieren una visión fresa de San Cristóbal, se pueden consultar estos sitios web:
Reseña en Wilkipedia
Reseña en el portal de la Gobernación del Táchira

Wednesday, July 05, 2006

La perinola plástica - 1978

En 1978 una novedad llegó a la bodega "El Manguito" mi principal ventana hacia el mundo en mi niñez: Unas perinolas plásticas, translúcidas, iridiscentes, con burbujas de aire en su interior, como emparentadas con prismas o caleidoscopios. Me parecieron mucho más atractivas que las tradicionales perinolas de madera, de las cuales había 2 en casa y que servían para los ocasionales campeonatos de "arrechungues" entre mi papá y mi hermana Carmen. Además, la perinola plástica se jugaba de otro modo. Me explico: Las perinolas de madera solían tener la cabuya larga, y el emboque se hacía con un movimiento brusco hacia adelante del palito, que propiciaba una trayectoria parabólica en el capuchón, hasta embocar. Luego se tomaba la cabuya firmemento con los dedos pulgar e índice (como quien pellizca), y se le daba otro movimiento al palito (mas suave) para que el capuchón saliese de su sitio, diese una vuelta en el aire y volviese a embocar. Esto es lo que se conoce como "arrechungue". Nunca pude dominar ese movimiento, por lo que la perinola era un juguete frustrante para mi.

La perinola plástica (conocida en mi tierra como "coca") se jugaba con la cabuya mucho más corta, por lo que la trayectoria del capuchón no venía a ser parabólica sino espasmódica, y para los "arrechungues" se ayudaba al capuchón a salir de su sitio con un empujón del pulgar, sin necesidad de pellizcar la cabuya. Cada nuevo emboque producía un sonido seco y chasqueante, que estimula a continuar con el juego. Claro, a los 10 años yo no podía discernir tales variaciones geométricas ni sutilezas sonoras, pero si intuí que la coca (de plástico) me resultaría mas entretenida que la perinola (de madera). De modo que eché la respectiva jalada de mecate para que me dieran los 5 bolívares (1,2 dólares para la época) que valía el juguete en cuestión y la adquirí en ese bazar de maravillas que era la aún existente bodega "El Manguito", Carrera 15 con Pasaje Acueducto de San Cristóbal.

Al principio, no pude embocar, y me dí muchos golpes en el nudillo del índice, tratando de aprender a dominar el movimiento. Pero no me di por vencido. Tomé un guante de cocina (para suavizar los golpes en el nudillo) y practiqué toda una tarde, hasta que lo logré. Y seguí practicando al otro día, hasta que fui de los mejores en los campeonatos espontáneos que se armaban en el receso escolar. No solo descubrí una nueva fuente de diversión, también un nuevo modo de socializar con mis compañeros de clase y, lo más importante, el valor de la perseverancia.

Y cada vez que se reeditó esa fiebre de la perinola plástica de 1978 (1983, 1987, 1999) saqué a relucir la antiguaya que compré en "El Manguito" y que aún conservo, dispuesto a echar "un cien" con el que se me pare delante!

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